Ya de entrada esto es un exceso de abuso, como diría mi hermana. Recién me he terminado uno de los estudios ensayísticos más interesantes que he leído sobre las letras venezolanas, hecho por uno de sus más grandes ídolos -a mi modo de ver- de toda la historia; Don Mariano Picón Salas. Educador por encima de todas las cosas, ha dejado una huella perdurable en la historia -Historia, mejor escrito- de la región equinoccial de América del Sur. Sí, mi adorada, convulsionada y tortuosa patria: Venezuela.
Esto es un ensayo sobre "Literatura" y "Poesía" venezolanas. Los transcribo entre comillas sólo porque así van durante todo el estudio que hace Don Mariano. Año aniversario de su muerte, es este. Me encanta esta reflexión sobre lo que es la "venezolaneidad", valor en descomposición de la sociedad que vive dentro de las fronteras legales de la Tierra de Gracia.
"Venezuela, sus ríos y sus gentes, sus fiebres y sus paraísos, el sueño de las multitudes que habrán de llenarla, la experiencia de su mestizaje, las tierras que tiene por descubrir, la música de su inmensidad, es un tema demasiado grande para un solo poeta. El verdadero gran poeta venezolano será el que por sobre las fórmulas y los convencionalismos de las retóricas vigentes se trague y se sumerja en esa materia germinal; arranque su canto que todavía somos, coincida en la actitud anímica y en la palabra reveladora con todos los que lo están aguardando. Así Dante se fue por los caminos, doblegado de las visiones, los odios y los rostros de sus terribles compatriotas toscanos; y el viejo Whitman se puso a acunar su rollizo y ansioso pueblo de los Estados Unidos. Se constituyó en protector de las espigas y de las estrellas".
Esto es lo que me gustaría que fuesen los poetas, hoy por hoy. Mis colegas. Yo misma, incluso. Con el toque de originalidad que caracterizan al mestizo venezolano. Y deben hacerlo parte de la historia universal.
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