miércoles, 21 de abril de 2010

Felipe. Pa' la musa.




No, no hay ningún tipo con ese nombre. Es una sensación. La petite morte, dirían los franceses. La vida, un estallido de calor, color. Estremecimiento total. Parte de las experiencias femeninas y masculinas. Digno motivo de tertulias absulutamente literarias para noctámbulos. Una experiencia grata, sin duda, esto de tertulias sobre esa sensación. Me embarga la sensación cuando escribo "felipe". Traducción: orgasmo. Una mujer me dijo ponlo de colores: mini proyecto para hacer.
Este post lo transcribo desde la ladilla que se tiene cuando estas en una oficina por mucho rato, sin hacer mucho: lo más, vaguear. Es un pequeño cuento para una chica que siempre -Siempre- pone una sonrisa en mi cara. Vos sabés, musa. Vos sabés.

A Ella.

La gente observa a Sémele en el cielo. Verde y cavilosa. Va de un lado a otro sin pensar en los poetas que la buscan como inspiración. Está cansada, enferma por los altos niveles de contaminación que emanan de la tierra -gea- y, progresivamente, se aleja un poco de ella, huyendo lentamente.
Oyó, una noche, la súplica de una poeta tropical caribeña: "El trasnocho no tiene sentido sin la luna como cómplice". "Esta chica tiene razón", piensa Sémele, inquieta. Llama a la lluvia para que cubra su ausencia del cielo: Hablaré con esta señorita. Se transforma en la dueña de la casa donde vive Irene, la poeta. Sorpresivamente, entra en la habitación de Irene: "¿Que haces despierta a esta hora?"-la interpela. "Ay señora, la universidad me tiene loca: escribo por obligación y leo demasiado. Mi cómplice tiene días sin aparecer por el cielo estrellado", fue su respuesta. -Déjame contarte un secreto: ella tiene 420 millones de años siendo compañera de juegos de la tierra y el sol. El sol hace mucho que dejó de prestarnos atención y ella está aburrida de permanecer impasible ante las generaciones consecutivas de cambios formados en la tierra.- Irene necesita un descanso, tambien.- ¿Quieres cambiar los libros por las estrellas?- siguió Sémele.
-Oh señora, quisiera hacerlo, ver las estrellas de cerca. Tengo el amor más grande hacia la poesía pero también empiezo a cansarme.- fue la respuesta de Irene.
Por arte de magia, Irene se vio rodeada de luz, que llenaba la habitación. Poco a poco, sus miembros se pusieron rígidos y pesados. Elevándose, se convierte en piedra lunar. Llega al universo y el Sol le da la bienvenida totalmente indiferente.
Desde entonces Irene y la luna cambian de lugares cuando sale y se pone el sol. Sémele hace las tareas de Irene y ésta se siente deseada y espía de los que hacen locuras nocturnas.

Trebien.

1 comentario:

  1. Marica, en serio te amo. Y te extraño como extraño ver las estrellas :/ Ah, de eso se trata mi más reciente post. Pilla ahí...

    PD: MARICA, YA TE DIJE QUE TE EXTRAÑO?

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