miércoles, 23 de noviembre de 2011

Literal.

A la letra I.
Conocí a la ciudad de México a través de los ojos mezclados con recuerdos ajenos de Elena P. y Tina Modotti. Me veo en sus experiencias, en su humildad deseos compartidos. Y así, camino por las calles del sur.Contaminación, adelante. Cementerio de épocas, temas retratados por otros poetas escondidos, escindidos por las cumbres lejanas. Rodeadas de sangre de masas. Ciudad llena de gritos y silencio, extendidos por planchas de cemento y rodeadas de árboles: anarquía.
Iniquidad: un c'est la vié, barnizado con un buenas tardes y aderezado con un hellomoto. Justo el coctel del desastre.
Alcantarillas que explotan al paso; uno, dos, tres y aparece el eco. El humo con el pantalón descosido y la raja de la falda de la mujer de enfrente se vuela: intervención extranjera.
Las montañas se duermen a lo lejos. Las 2 calas se mecen ante mí y rio. La gente no me ve. Pero sé que estoy ahí. Justo aquí, debajo del árbol que cede el paso a las calas. Con frío, la luz pálida del sol, carajo y yo sin sueter.
El mundo cambia lentamente, demasiado lentamente. Quizá de unas 2 revoluciones (oh, Luis XVI) en la era. Quien sabe. La Reina pasa, me sonríe y se sienta junto al reloj de sol. Se desnuda el torso para tomar sol: sin querer enrojezco ante el enceguecedor espectáculo. Escribo: "pequeña pero con un gran fin" dentro de mi diario de viajes. Mi copia de Tina desaparece bajo la tierra de los recuerdos. Contaminación atrás y adelante. Marche.
Mi cámara, infiel compañera de andanzas, atestigua mi causa perdida: los años perdidos con la Reina -ahora mujer casada y con hijos- debajo del árbol. Ahí dejadas. Con versos de la castellanos, mis fotografías al vientos. De la no Universidad y los infames trabajos todos incompletos. más el laboratorio (Rock-on)
Mi piso actual: un estudio compartido con risas estridentes de unas chicas que revuelven todos los recuerdos de la juventud. Rebelde yo que escribe con Madonna y Famasloop de fondo. Mejor me concentro en lo que ha de salir del grafito para la pantalla. Cuatro, cinco, seis tipos de risas estridentes invaden la habitación.
Un pop-up: Reina mail. Te quiero, negra.
Flores y malas pasiones que recrean la poesía misma como acto de fe. Haces catarsis. Hijos más, menos. Obligaciones para tirar hasta el techo: eso es el ser diplomática. Mi aspecto de ti favorito: poco a poco veo tus ojos llenarse de lágrimas. Justo al leerme. Y yo, desde acá, se me hace agua el guarapo y me queda el corazón chiquito.
Ella, La Reina, sigue en cueros y sonríe. Mi respuesta un grrrrrr! que sale desde lo más hondo de mí.
Ya, cayó la tarde y la brisa se levanta, mientras recito mi poema favorito:
"que su atezado ceño
al superior convexo aun no llegaba
del orbe de la Diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta,        
quedando sólo o dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba;
y en la quietud contenta
de imperio silencioso"
Se levanta y clama antes de irse: prométeme que no olvidarás esta tarde, llena de silencio que dice más te 
quiero que nada en el mundo. 
Y esa es la última vez que la tuve entre mis manos.