miércoles, 12 de enero de 2011

Psique.

Había una vez una chica llamada Emma. Era una chica con suerte, tenía cualquier cosa que se le antojara, hasta una vez que intentó suicidarse. Alta, joven e inteligente, con una figura un poco curvilinea y ojos literalmente del color del café negro. Con su cabello podía cubrir su busto generoso. Sin darse cuenta sonríe al reflejo de su cómoda, un espejo con ribetes de plata.

De plata su cepillo. Susurra las cerdas al frotar su cabello. Hipnotizada, escucha un ruido explosivo. Como una lata perforada y con su contenido agitado, saliendo como una cascada de un agujero muy pequeño. Como en un delirio, se desaparece el espejo. Aparece una puerta esmerilada ,de un tono verdoso, entreabierta. Sale un chico diciendo: "Soy Carlos, corre. Entra ahí". Emma se levanta y obedece rápidamente. Él la sigue y cierra la puerta sin hacer ruido.
Del otro lado de la puerta aparece de una corriente de humo otra mujer, llamemosla Beatrice. Camina un poco por la habitación, lentamente, reconociendo los diversos detalles en arabescos. En su salida, Emma ha dejado su cepillo grabado. Bea lo recoje y se lee una E rodeada de sibilantes líneas. Inhala profundamente, diciendo "Ella estuvo aquí, puedo sentirlo".

Emma se pregunta si ha hecho algo para molestar a esa mujer que ahora ocupa su cama mientras la espía por la cerradura. Poco a poco, se entumece por una corriente de aire que eriza su piel. Se distiende, sonríe. Voltea y mira a Carlos, tiene la mano en un bolsillo. Saca una bolsita con un polvo blanco. Coloca unos gramos en la palma de su mano y le ofrece a ella un poco. Se niega y se limpia la frente sudorosa. "Ha comenzado a hacer calor", piensa. "Que haré dentro de un clóset con un tipo que se droga y no quiere sexo".

Bea ha empezado a revisar las cosas de Emma. El esmerilado ha desaparecido y el espejo vuelve a su lugar. Bea se mira en el. Mira la forma del espejo, redondeada y descubre un mechón de cabello atorado en la base. Lo toma y Emma grita quedamente. Perpleja, Beatrice pasa los dedos sintiendo ese mechón. La invoca.

Carlos le toma la mano para que no pueda volver a salir, obedeciendo al llamado. En cambio, se interna hacia la oscuridad que se extiende ante ellos. Salen a una especie de prado pero ella ya no puede avanzar más. Beatrice la invoca con más fuerza, jalandola hacia atrás. La luna ilumina el prado y puede volver a ver el rostro de Carlos, con los ojos rojos.

Sintiendo culpa, le suelta la mano y echa a correr. Carlos la sigue y la obliga a aspirar polvo. No la deja salir. Bea grita su nombre con una fuerza orgásmica. Emma se debate entre Carlos y Bea.
Finalmente, despues de tanto temblar, su cepillo cae al piso. Hace tanto ruido, que Emma reacciona y lo recoje. La habitación estaba cerrada con llave y Bea la esperaba sentada tranquilamente en su cama jugando con la madeja de cabellos castaños. Le dice "Aqui estoy, no puedes descansar de mi. No lo intentes".

A ella.

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