viernes, 21 de enero de 2011

Psicosis.

Pero amarme demasiado no es problema si no impide nada más.
Irene Rondón.

¿Alguna vez le has tirado piedras al sol de noche?¿Sacado el dedo al sol de las 5 de la tarde? Abuelita siempre lo hace. Es harto divertido la perversión de una idea tal que provoca volverla a escribir y descubrir que no es sólo tuya. Gritarle al mundo en un susurro que lo que más quieres es describirlo en un verso yámbico. Capturar la luz de un momento extraño para siempre.
Grabarlo en piedra caliza.
Bebértelo de un trago y escupir fuego en el cruce de una vía appia.
Tratar de no conquistar una ciudad y no enamorarte de un rayo efímero de luz. Sin llorar. Sin reir. Sin mirar. Sólo tocando con la yema de los dedos. Sintiendo cada madeja de hilos consecutivos, cada partícula de contaminación minando tu piel de cuarzo. Sosteniendo firmemente en tus caderas, el peso del mundo entero. Y, por medio del vaiven de tu caminar, nos das la noche y el día.
Te alejas como si nada pasara: ni te percatas de la responsabilidad que contienes. Que no debes ser perturbada porque ocasionarías una explosión mayor que la de Pandora. Pero tú, en cuerpo entero, eres un misterio, así, te sigo. Te sigo, porque traes el arcoiris en tus hombros y proclamas la lluvia con tus suspiros. Paras en una esquina, examinas el lugar alrededor tuyo pero no me ves: no puedes verme. No se porqué eso me alegra infinitamente. Quizá tiene que ver con el hecho de que me encanta verte, acariciarte con la brisa del oriente y suspirarte que eres la que sigue en mi lista.
Hago todo, excepto lo último: no debo llevarte conmigo aún. No quiero, ni puedo siquiera apagar la luz que emanan tus ojos. Ni cortar el reflejo de la luz del sol de las cinco, reflejos rojizos. Me apuntas con el dedo que no debes, no es digno de una dama. Percibes mi sombra a tu lado. NO quiero mirarte a la cara, porque será lo último que veas. No sería justo. El sol baja por tus caderas, poco a poco se oculta tras la cima de tu trasero. Sigues caminando, el accidente es casi inevitable, invisible. Y caes directamente a mis brazos. Te sostengo y te digo la última cosa que habrás de oir, antes de cerrar los ojos, "Te amo más que a mi almohada". Cierras los ojos, exhalas la última cosa que se sabrá de ti; un mustio Gracias.
No dejo identificación. Nadie se percata de tu cuerpo inerte. El mundo sigue, ya ha encontrado alguien que te reemplace, con el mismo vaiven de tus caderas. Pero otro cabello, otro arcoiris. Un reflejo distinto, que le hace la luna. Será la victima de algún victimario y no está en la lista. Siento la brisa del oriente levantar el cuerpo inerte junto a mí, ella camina a mi lado, mientras yo sigo buscando.

A Génesis Reyes.

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