Enamórame antes de pedirme que abra las piernas.
Especialmente a Patricia.
Son las 3pm. Ella se va algo retrasada a una cita. Mira el reloj de pulsera. El se impacienta, pide un té de manzanilla. De lejos ella lo nota y sonríe. ”Al fin se arregla para mí. Era justicia”. Camina más aprisa. Llega cuando él va por media taza de manzanilla. Ella ordena un jugo de piña y algo de aperitivo, pensando que sería la última vez que se verían. Esa mañana se puso su ropa interior más sexy: seda y algodón egipcio, por ende, se sentía voluptuosa, dominando la escena a cada paso que daba. Reprime una sonrisa, cruza las piernas y le pregunta “¿para qué me llamaste con tanta prisa?”.
El le toma la mano, la sujeta firmemente, la mira a los ojos sin pestañear siquiera, se aclara la voz; respondiendo llanamente: “Sólo me gustaría llevarte a la cama muchas veces, ¿cómo ves?”
Ella lo ve; incrédula, ruborizada. Se le acerca y le dice: “enamórame antes de pedirme que abra las piernas ¿no crees?”.
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