miércoles, 6 de octubre de 2010

Desesperación.

¿Porqué? Sólo quiero saberlo. Dime quién o a quién esperas tan impaciente. Sin poder dormir. Sin dejar de quitarme las sábanas. No te voy a abrazar. Sabes bien que ahorita no tengo ganas. Ya pues, écha pa'llá. Al menos susurrame cosas al oido, con esa voz tuya que ya, de sólo pensarla, me hace estremecer. Hasta mis secretos se mueven cuando me dices suavecito que me quieres. Me duele que tu esplendor, se ponga en mi contra. Yo lo que quiero es que tu sueño me alumbre mientras leo. ¿por qué me insinuas eso? Toma mi mano y no me sueltes. Sé sensible conmigo y no dejes de matarme con tu voz. Cal, calles floreadas por donde suena tus suspiros literarios, llamados a la mentira en la que vivimos. Supongo que me llevas adentro, me interiorizaste en nuestras noches y madrugadas escribiendo, criticándonos mutuamente a la luz de una lámpara fluorescente. Estudiandonos. Mordiendonos al relatarnos nuestros secretos. Para ti, quien me inspiraste mis más de mil fantasías, propaganda de una ilusión pasajera. Híbrido. Desnaturalización de la luz demasiado brillante de la noche. Cierra tus ojos. Ya no puedo con tu mirada tan penetrante, que se desliza poco a poco hasta llegar a mi alma oscura y traslúcida.
A ti, estatua de cristal caro, te escribí y desescribí hasta el cansancio. La barbarie hecha persona. Debo ya dejarte de leer. En algún momento, cuando leas esto, te reirás. Quizá tanto como yo. Ahí te dejo mis borradores y estoy escuchando la voz de una nena mucho más sexy de lo que tu has sido hasta hoy. Adiós, entonces. Y no te molestes siquiera en buscarme.

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