Nueva ciudad. Nueva vida.
Soy Daniela Reyes, nunca creerán lo que les voy a contar. Jamás pensé que mi vida podría correr peligro: como en una peli de terror, pero ya ven, a veces así pasan las cosas y no hay nada que puedas hacer para frenarlas.
Todo comenzó hace seis meses, en verano. Cuando mi padre y yo nos mudamos a una nueva ciudad, él es recién casado, así que cambiamos nuestra vida para acoplarnos a la de Martha –ahh, y su adorable hijo, Marcos-.
No sé realmente si mis problemas empezaron cuando conocí a Gerardo, pero sé que ése fue un momento digno de contarse. La primera vez que lo vi estaba practicando tiros en la cochera de su casa. Su cabello rubio brillaba con los rayos del sol, cada uno de sus saltos era tan alto que parecía tocar el cielo y cada uno de sus movimientos parecía mágico por ser tan preciso. Ese día, no nos ‘conocimos’ porque él estaba demasiado entretenido en su deporte como para notar el enorme camión de mudanza estacionado en la acera frente a su casa.
La primera vez que platicamos fue una tarde que –muy a mi pesar- fui a una tienda de videos a buscar a Marcos –enano odioso-. Allí aproveché para preguntarle al vecino si conocía y había visto a mi hermanastro.
Al principio, me dio un poco de pena tocarle el hombro para llamar su atención, pero en cuanto me sonrío; mis preocupaciones se esfumaron y cuando comenzamos a platicar hasta olvidé que llegué buscando a Marcos.
Gerardo –Jerry, me pidió que lo llamara- se portó muy amable y hablamos más a menos 20 minutos. La plática daba para más, pero Marcos llegó a interrumpir, así que me despedí, no sin antes afinar detalles para salir con mi nuevo amigo.
Decidimos ir al cine, no recuerdo la peli que exhibían esa noche, pero sí que fue una en la que nos reímos mucho. Después fuimos a tomar un helado; descubrimos que nuestro sabor favorito es el mismo y que odiamos la nuez.
Nos la pasamos increíble platicando de los amigos a los que dejé y él me aseguró que no tendría de qué preocuparme, pues me presentaría a sus amigos y me aceptarían de inmediato.
Caminamos hasta la casa, me sorprendía que aquí todo quede cerca, empezaba a oscurecer, el cielo estaba azul brillante y la luna blanca alumbraba nuestro camino; parecía caminar con nosotros; espiando como Jerry iba gustándome más y más.
Al día siguiente, bajé tarde a desayunar, no sé en qué se me fue el tiempo… ¡yo me había despertado temprano!
Cuando entré a la cocina vi a un chico desconocido sentado frente a la barra. Tenía cabello largo y negro como el café que caía en la cafetera, vestía bermudas y huaraches y sus piernas eran muy delgadas.
Al volverse hacía mi, pude ver sus ojos: contrastantes y enigmáticos, enmarcados por unas pobladas cejas negras.
- Me llamo Raúl, hola. Soy amigo de Marcos… él no tarda, fue por unas galletas.
- ¡Ah! Soy Daniela. Me sorprende que Marcos tenga amigos.
- Ja, ja, ja. Se supone que tú no debes hablar con humanos. – dijo Marcos entrando a la cocina con una caja de galletas, un bote de helado y jarabe de chocolate en una bolsa de supermercado.
No me importó su comentario, desde que nos conocimos nos hemos tratado mal.
Desayuné con ellos, bueno, con Raúl, porque a Marcos lo mejor es ignorarlo. Aunque no pudimos hablar mucho –por las interrupciones del engendro- conocí algunos de sus intereses y me recomendó algunos sitios para divertirme en la ciudad. También me recomendó películas, pues sus padres son los dueños de la tienda de videos y él y Marcos se la viven ahí.
Por la tarde, fui a buscar a Jerry a su casa, tal como me había prometido, me llevó a conocer a sus amigos.
Primero fuimos a visitar a Leonardo, un chico súper bromista, con bonita sonrisa al que no le para la boca. Es un poco obsesivo –o esa impresión me dio-, pues desde que nos presentaron se portó extraño y como no queriendo me confesó que le recordaba a alguien, no me quiso dar detalles, pero siguió mirándome atentamente.
Después fuimos a una casa muy grande –otra vez a pie, ¿ven? Todo está cerca-, con un inmenso jardín delantero, con pasto muy verde, húmedo por el agua de los aspersores; un olor a hierba mojada y una frescura que sólo ahí se sentía. Leo tocó la puerta blanca de la entrada y momentos más tarde un chico muy guapo la abrió:
- Venimos a ver al Srito. Fabián, clon de servicio. –dijo Leo con tono serio.
- Cállate, hoy es domingo, por eso me toca abrir la puerta, cocinar y todo. –respondió el chico con tono fastidiado. – Pasen, en la sala está Sonia… enseguida les llevo unas bebidas. –añadió cerrando la puerta.
En la sala había una chica alta, muy delgada, con el cabello negro, brillante y lacio hasta la cintura, tez blanca y la boca pequeña en forma de corazón. Al vernos saludó efusivamente a Jerry y Leo y a mí me besó las mejillas sin preguntarme siquiera mi nombre, como si me conociera de tiempo atrás. Jerry me presentó y ella ensanchó una sonrisa:
Cuando Fabián llegó con las bebidas, Sonia se paró detrás de mí tomándome por los hombros y exclamó:
- ¡Te presento a Dany!, es vecina de Jerry y llegó para hacerme compañía en éste grupo de hombres. –al decir lo último me sacudió un poco.
- ¡Wow! Hola, qué gusto. Soy Fabián. –dijo estrechando mi mano y jalándome para besarme la mejilla.
- El señorito Fabián. –corrigió leo en el mismo tono serio de antes.
-¡Que te calles! ¡Baja los pies del sillón! Por eso no te quieren en ésta casa –gritó Fabián aventando los pies de Leo y sacudiendo el sitio donde antes habían estado.
-¡Ay! Son unos inmaduros, qué bueno que ya voy a tener compañía femenina. –los regañó Sonia sentándose en un sillón y señalándome el lugar junto a ella.
El tiempo que pasamos en casa de Fabián fue divertido, aunque había dicho que le tocaba cocinar pidió comida china y Leo siguió con el asunto del clon de servicio.
Sonia y Fabián se veían muy bien juntos; como una pareja perfecta, ambos guapos y simpáticos.
Después de más o menos cuatro horas nos fuimos, Jerry me llevó hasta la puerta de mi casa y me invitó a comer a la suya al día siguiente; sin pensar en pedir permiso a mi padre acepté, era una muy buena oportunidad como para dejarla pasar.
No fue fácil convencer a mi padre, menos con Marcos sentado junto a él haciendo caras y argumentando con voz llorosa que casi no pasábamos tiempo juntos. Gracias a Martha convencí a mi padre –porque los amigos son una prioridad para los adolescentes, o algo así-.
No me acuerdo de la mañana de ese día, pero la comida fue muy agradable. Los padres de Jerry me trataron excelente y los platillos estuvieron exquisitos, hacía mucho que no probaba comida casera; papá no sabe cocinar, yo menos y desde que habíamos llegado aquí Martha nunca había hecho una comida en forma –entendía perfecto porque Marcos comía tantos dulces-.
Aquella noche la pasé en el sillón con Marcos –quien revolvía sus palomitas de microondas con M&M’s- viendo algunas películas que Raúl le había prestado.
Cuando papá y Martha regresaron eran como las once y nos avisaron que hiciéramos maletas para ir a la playa. Habían tomado la decisión, y ni siquiera me darían oportunidad de despedirme de mis nuevos amigos, ¿qué iban a pensar de mí?
La Playa
Salimos de la ciudad por una semana, a una casa de playa que papá rentó.
No me fue posible despedirme como me hubiera gustado de Jerry y los otros, pero al menos, pude dejar una nota bajo su puerta.
Ahora sé que la recibió y aún recuerdo exacto lo que decía:
"Hola jerry
se que cuando leas esto ya no estaré en casa, incluso en la ciudad
sali de vacaciones con mi papá, martha y mi hermanastro. Espero que me disculpen por despedirme, pero mi papá me agarró por sorpresa.
feliz verano y espero verlos pronto.
Daniela Reyes".
Cuando llegamos a la playa empecé a pensar que no era tan mala idea. El tiempo estaba muy agradable y por lo menos sabía que ahí Marcos no tenía más ventajas que yo.
El tono azul del inmenso mar, los pajaritos cantando, la brisa salada acariciando mi cabello eran en conjunto un espectáculo hermoso. Me encantó estar ahí, por un momento olvidé la presión de tener que hacer nuevo amigos y lidiar con el odioso de Marcos, quien pasaba sus días quejándose de la arena, el calor, y el ruido de los pájaros.
En la playa conocí un chico, ahora ya no me emociona haberlo conocido, pero al principio me maravillaba que todos en mi ‘nueva vida’ eran interesantes y atractivos –excepto Marcos, claro. Él es interesante, pero por raro.-
Estaba caminando por la playa como a las seis de la tarde, ya hacía frío y casi no había nadie. De pronto sentí que alguien me miraba fijamente, de forma discreta intenté descubrir quién era, pero no vi a nadie. Caminé un poco para perder esa mirada misteriosa, pero seguí con la sensación de ser observada.
Comencé a recorrer el camino hacia la casa de la playa pero la sensación continuaba, entonces troté y escuché la arena moverse detrás de mí. Totalmente desesperada corrí, tratando de escapar, pero seguía escuchando la arena moverse violentamente, no deseaba mirar hacia atrás, así que subí mi velocidad; sentí el viento más intenso y frío; sopló tan fuerte que mi gorro voló. No me importó, quería salvarme, no sabía de qué, pero no quería que me atrapara.
Con el viento calando mi huesos, el cabello en la cara impidiéndome ver, los pasos cada vez más cerca y más rápido detrás de mí y una bola de pensamientos, me tropecé.
Gracias por la crítica, Bárbara... aunque no estoy muy segura de querer agradecer algo como "es tan rara que es adorable" ¬¬ Aunque, bueno, gracias por todo lo otro.
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