sábado, 6 de agosto de 2011

Cuento futuro.


A Astrid Baptista, quien cumple años.

Estaba en el metro de París. Lo sé porque bajé del Lourve al metro para ir a casa.
Entonces la ví, a unos metros de mí, al lado de un tipo que me arrancó un suspiro de los labios. Encendí mi cámara, ya adentro del metro, y empecé a filmar. Gracias a Dios por el permiso de filmación. A través de la pantalla la reconocí: era la musa de mis años juveniles. La chica que representaba lo que yo escribía: mis versos con su cuerpo, que eligió ser modelo y le ha dado la vuelta al mundo más veces que yo.
Ella es la propia. La que me dejó fotografiar cada detalle de su cuerpo y probó, con demasía que los detalles se demuestran en lo físico. Admito que la extrañaba.
Sigue con la misma pasión en los ojos que recordaba de la última vez que la vi en Ciudad de México cuando fue a chambear por allá. Yo iba en modo profesional que se desvaneció al mirarla pero tuve que entrevistarla como Top Model.
Irónico juramento el que hice: cada año dedicarle un texto escrito por mí en la misma fecha, 12 de agosto. y recordar las maravillosas aventuras que hemos compartido.
Una de las tantas cosas que han mantenido mi mente funcionando es eso, cumplir con esa promesa que hice hace tanto tiempo; junto a una barra de chocolate, a la que se ha convertido en mi mayor y más sincera musa.

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