En algún momento de la vida, hemos sentido el fastidio que produce la espera. Ella te revela la inquietud que permanece dormida en un interior sereno. Se despereza y empieza a reclamar tu atención, como si fuera un recien nacido. Pero más fastidioso que niño alguno.
Quiero creer que esa espera se va, deja a mi inquietud dormir en su cama justo cuando el reloj deje de correr y se escuche el silencio de la anécdota saliendo de unos labios puros, sin rastro de mentira pusilánime en la comisura de su boca. Esa parada que suspende todo paso de tiempo, difumina los contornos de las caras dentro de ella.
Medio inútil desistir, justo ahora que pasa el autobús por la esquina, extrañamente vacía, robada al espacio. Que hiere la vista cuando viene. Se detiene. Levantas la mirada y baja al fin es persona a quién esperabas, por quién sudas bajo un sol inclemente.
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