lunes, 2 de enero de 2012

De cómo robar una biblioteca o cómo conocí a RN

Este es -siempre ha sido- un encuentro fortuito.
Estaba vagando por las calles del centro buscando un destino que no sabía si encontraría. Librerías, fotografías. Fotogramas. Calles llenas de gentes. Y yo sigo buscando ese destino.
Entré a una librería de poca monta, cerca de un café. Curiosamente, ese es el point de Jus. Si la editorial en números rojos casi fantasma, esa.
En el café me encontré con que no sabía nada de la movida del mundo editorial.
El librero se compadeció de mi juventud y me dijo que pasara con C. Un destino, no necesariamente el paraíso.
Vi al tipo más sexy de mi estancia en la ciudad: Rodolfo. Mi guía me presenta con él y yo, entre extasiada y sorprendida, conocí al primer poeta de la no ciudad de méxico.
También mi guía (V) es quien me aporta datos curiosos, pero ese es otro cuento.
Debo admitir que me cayó bien.
Días después veo uno de sus libros en una librería de viejo y me lo vuelvo a encontrar en los pasillos de la editorial. Viajes, descubrimientos de zonas inexploradas de la ciudad, personas que encuentro por la vida y caigo en cuenta que el Centro cultural tiene biblioteca propia. Y que Rodolfo ya no está por ahí.
Por fortuna me dejó su mail. Lo perdí. Lo googleo. Lo encuentro.
Acosadora ¿no?
Le escribo.
Me responde.
A todas estas ya soy amiga de la editora, en ese tiempo, de Jus: su señora.
Es divertido: no recuerdo cómo empecé a choripaliar (amo esta palabra que no existe) su biblioteca.
Sólo sé que lo pedí por favor.
Y cuídalos que no son tuyos.
De pachangas a pachangas, han pasado muchos días. Lo que es genial.
Me di cuenta de que compartimos 4 libros  -lo raro que pase eso con otra biblioteca que no sea la mía, es bastante-: uno de Julio Garmendia, una novela de Poniatowska y un librito de Elsa Cross y Rayuela de Cortázar.

Chido.

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